Atreverte
a dar tu opinión es el primer paso, necesario, para encetar un debate. Podemos
pensar que en las sociedades democráticas, que protegen la libertad de
expresión, dar ese paso no debe suponer un problema (más problemas plantea dar tu
opinión en una sociedad dictatorial y opresiva, sobre todo si tal opinión es
contraria al régimen).
Convenimos
en considerar debate una conversación en la que se presentan diversas
opiniones, en ocasiones antagónicas, y se discute sobre estas aportando argumentos
razonados que respalden una opinión o que rebatan otra.
El
uso de la palabra opinión no es casual (en un debate no suelen discutirse
verdades que consideramos probadas). Pero existe un consenso que permite
afirmar que la verdad es relativa. Podemos discutir si este relativismo es
ontológico o más bien epistemológico, pero el resultado en la vida diaria será
el mismo: la verdad depende de tantas cosas que no es posible afirmar nada de
modo completamente seguro. Así
el debate público consiste en la expresión de opiniones que siempre serán más
verosímiles si se refuerzan con argumentos razonados y que se amparan en la
libertad de expresión que las sociedades democráticas protegen.
Pero
este debate público no está exento de presiones. Cada vez más cualquier persona
que expresa su opinión en público, especialmente si por ser quién es o la
posición que ocupa su opinión será ampliamente difundida y considerada, debe
atenerse al imperativo de la “corrección política”. Bajo
la perspectiva ilustrada el debate, junto al cultivo de la razón debía
contribuir a cambiar los prejuicios por juicios razonados. Pero en el momento
presente debemos cuestionarnos sobre la vigencia de un prejuicio, basado en la
siempre loable y bienintencionada voluntad de respeto al prójimo, pero
prejuicio al fin y al cabo que es la ya nombrada “corrección política”.
Robert
Skidelsky nos brinda en un artículo sagazmente titulado La libertad de expresión asediada[1]
una reflexión que ilustra de modo inmejorable esto de lo que vengo hablando. De
acuerdo con el relativismo acerca de la verdad, Skidelsky apunta que «la presión de la
“corrección política” se basa en el argumento de que la verdad es
incognoscible. Las declaraciones sobre la condición humana son esencialmente
cuestiones de opinión». A este argumento de carácter más epistemológico Skidelsky
añade un segundo de tipo sociológico. «El imperativo sociológico que subyace a
la difusión de la “corrección política” es el de que ya no vivimos en
sociedades patriarcales, jerárquicas y monoculturales, que exhiben un acuerdo
general, aunque irreflexivo, sobre los valores básicos». Así pues parece que se impone actualmente el igualitarismo
populista que, siguiendo con Skidelsky, tiene como consecuencia «el tabú
aplicado a ciertas palabras, frases y argumentos que dan a entender que ciertas
personas, grupos o usos son superiores o inferiores, normales o anormales y a
eso se debe también la búsqueda de formas cada vez más neutrales de etiquetar
los fenómenos sociales, con lo que se priva el lenguaje de su fuerza e interés».
También
Mario Vargas Llosa en su ensayo La
civilización del espectáculo[2]
hace mención al imperativo de la “corrección política” en un capítulo que
dedica al concepto de cultura. El escritor peruano dice que «la corrección
política ha terminado por convencernos de que es arrogante, dogmático,
colonialista y hasta racista hablar de culturas superiores e inferiores y hasta
de culturas modernas y primitivas».
Evidentemente
no se trata aquí de defender posturas xenófobas, etnocestristas o de existencia
de una raza superior (conocemos los episodios de exterminio, especialmente
durante el siglo XX, a los que estas posturas han llevado). Pero sí creo
necesario apuntar que, en mi opinión, la forma actual de entender la
“corrección política” responde más a la categoría de prejuicio que a la de
juicio razonado. El
imperativo de la corrección política socava la reflexión crítica y sobre todo
el debate político que cada vez se aleja más de la realidad social a la que
cree representar.
Hace
ya un tiempo que analistas políticos comentaban el ligero ascenso que registraban
los partidos de extremos, especialmente aquellos de extrema derecha que se
amparaban en la defensa conservadora de lo “auténtico” y lo “tradicional” en
una sociedad multicultural. Podemos
discutir la torpeza con la que los “cultos” y “cultivados” países occidentales
han acogido el giro hacia el multiculturalismo. Pero el caso es que siempre ha
ocurrido que en época de “decrecimiento” (como en esta crisis económica que
vivimos) los discursos de la gente tienden a radicalizarse. Surge también la
figura del chivo expiatorio, normalmente encarnada por el inmigrante, por el
diferente.
En
qué medida la difusión del imperativo de la “corrección política” ha
contribuido a radicalizar las posturas de la gente habiendo agotado su
capacidad para creerse discursos igualitaristas y neutrales por parte de la
clase política dominante es una pregunta que debemos formularnos. Si
en época de crisis los discursos extremistas tienden a ganar adeptos
actualmente debemos cuestionarnos si el precedente político que podríamos denominar
como igualitarismo populista tiene parte de culpa de los votos a un partido
como es Amanecer Dorado en Grecia.
Hace
falta replantear adónde nos lleva un imperativo como el de la “corrección
política” y sustituir el igualitarismo populista acrítico por el debate
respetuoso pero incisivo para cambiar los prejuicios por juicios razonados.
[1]
Skidelsky, R. La libertad de expresión
asediada. [artículo en línea] Project-syndicate. 21 junio 2011. http://www.project-syndicate.org/commentary/free-speech-under-siege/spanish
[2] Vargas
Llosa, M. La civilización del
espectáculo. (2012) Madrid: Alfaguara
Hola Marc,
ResponderEliminarEn su día ya tuvimos un debate en clase sobre la definición de la cultura, así que hablar sobre culturas superiroes o inferiores es, a mi parecer, establecer una jerarquía, la cual no corresponde, a mi parecer, a la realidad. Tampoco es el tema sobre el que tratas en la entrada, así que enfocaré mi crítica-acuerdo acorde con el tópico que usas.
Yo no creo que la corrección política sea algo que haya que desechar, ya que el respeto mutuo y la libertad de expresión deben ser las reglas básicas de cualquier sociedad. Así mismo, coinicido en que esta corrección política es, en muchas ocasiones, malentendida, y bajo el abanico de la libertad de partidos surgen posturas extremas.
El problema que surge es: censuramos esos partidos? Ha habido parte de la sociedad que los ha votado, así que sería ir contra la voluntad de los votantes que los eligen, y contra la libertad de expresión de los políticos adscritos a esas ideas.
La clave está en meternos en nuestra cabecita que la corrección política no implica el "todo vale", ya que "su libertad acaba donde empieza la nuestra".
Evidentemente, este debate es muy extenso, y implica muchas posiciones discursivas que dificilmente pueden casarse.
Nos vemos en las "redes",
Joan GCC
Hola Joan! Y gracias por pasarte y comentar!
ResponderEliminarComo dices el debate es muy extenso y sería necesario una reflexión muy profunda y por parte de sociólogos, politólogos y toda la población. Lo que yo defiendo aquí es la necesidad de construir un debate que supere el respeto acrítico.
El tema está en las consecuencias que la difusión de la "corrección política" tiene a nivel psicológico, que es quizás lo que más nos interesa por nuestra formación ;)
Vuelvo a citar a Skidelsky cuando dice: «la búsqueda de formas cada vez más neutrales de etiquetar los fenómenos sociales, con lo que se priva el lenguaje de su fuerza e interés». Creo que la grandeza del ser humano radica en el lenguaje, en las palabras, y en la capacidad que estas tienen para "construir" el mundo. Y esta "construcción" mediada por el lenguaje debe hacerse des del respeto pero no desde la tolerancia acrítica. Pensemos: ¿Qué consecuencias podría tener, situándonos en una posición extrema, para el individuo a nivel psicológico el hecho de "construir" una realidad con palabras neutras y vaciadas de significado y potencia porqué deben atenerse a lo "políticamente correcto"?
Y repito situándonos en el extremo.
Gracias Joan,