lunes, 16 de julio de 2012

Del proceder socrático, pasando por el cogito cartesiano, hasta la era tecnológica


En este escrito trataré de enfocar la concepción que se ha tenido acerca del conocimiento, el proceder hacia él por medio del pensar y la posterior adquisición de la verdad anhelada. Comenzando en la Antigua Grecia, Sócrates se erigió como abanderado en la lucha por conquistar la verdad, frente a la ideología de la escuela sofista, que situaba el reconocimiento y el éxito un peldaño más arriba que la verdad en la escala de validez. Frente a esta postura, Sócrates emprendía la búsqueda del conocimiento procediendo a partir de la base más simple y llana, el “solo sé que no sé nada”. Partiendo de este punto, Sócrates iba remontando el camino a base de razonamientos simples para ir acercándose cada vez más a la culminación conclusiva. Demostraba que, pese a la creencia que tenemos de poseer determinados conocimientos, nos encontrábamos distantes de lo que en realidad esos conceptos significaban. El pensar socrático se construía de este modo a base de una ascensión, constituyendo la ignorancia la base, las deducciones el camino, y el conocimiento la cima.

Haciendo un salto cronológico nos hallamos en la modernidad, con uno de sus iniciadores, René Descartes, que sabiamente consciente de la dificultad para llegar a lo que él llamaría un sistema de conocimiento seguro, procedería a la purga intelectual de todas aquellas creencias no justificadas, alejadas del conocimiento “claro y distinto” pretendido por el filósofo francés. Resumiendo muy tendenciosamente su doctrina, podemos decir que mediante la “duda metódica”, partiendo en primer lugar desde el principio de presunción de falsedad, por el cual toda opinión es falsa hasta que no se demuestre lo contrario, recorría fuentes de conocimiento, de las que destacaban los sentidos y la razón, y proponía dos tipos de dudas, la duda moderada y la duda hiperbólica. Tal revisión de las fuentes de conocimiento podríamos resumirla así:

                     Sentidos:
a) Duda moderada: errores que cometemos en cuanto a la forma, tamaño, posición...de los objetos
b) Duda hiperbólica: dificultad para diferenciar entre el estado de vigilia y el de sueño

                     Razón:
a) Duda moderada: errores de cálculo
b) Duda hiperbólica: se basa en la suposición de un genio maligno, una entidad superior malvada que me engaña en mis creencias más elevadas, que son la creencia en la existencia de un mundo exterior conocido por los sentidos y la creencia en las verdades más simples de las matemáticas.

Gracias a toda esta argumentación, Descartes llega a su primera verdad indudable, que se sustenta en la idea de San Anselmo “si me equivoco, soy” para llegar a la conclusión de que si realmente me engaña, es porque soy alguna cosa, soy un “algo engañado”, cuya esencia básica es el pensar, aunque sea todo falso. Así llegará al “cogito, ergo sum”. A diferencia de Sócrates, Descartes ya no parte de una “nada”, sino que parte de un primer conocimiento indudable, que le servirá para a partir de ahí, constituir la totalidad de la realidad, siendo el pensamiento el que la determina. Este “panracionalismo” plasmado en el antropocentrismo cartesiano, nos muestra la necesidad de purgar la doxa, algo que Sócrates, mediante sus razonamientos, conseguía hacer. Ambos optaban por un criterio de verdad absoluta, abordando su conquista por medio de un proceder distinto.

Por último, llegamos a la era postmoderna, donde la facilidad de acceso al conocimiento, del que disponemos a golpe de “clic”, nos hace caer en un conformismo que genera un conocimiento superficial. Asistimos a la paradoja del conocimiento actual, donde la mayor facilidad de acceder a él, conlleva adquirir un conocimiento de segunda mano, superficial. Tal es el motivo de la arbitrariedad con la que se suelen utilizar muchos conceptos que hoy en día “están de moda”, conceptos tales como “valores”, “ética”, “moralidad”, etc. Sin siquiera saber bien del todo qué significan, puesto que parece pueden abordar todo tipo de ámbitos y todo tipo de situaciones. Hasta se llega a decir que en el amor no hay ética, cuando uno de los máximos representantes del mismo, encarnado en la figura de Jesucristo, promovía una nueva ética, basada en el amor a escala universal. Quizá, hoy más que nunca, necesitamos de una base socrática, para tomar los asuntos críticamente, siguiendo un proceder exhaustivo, cartesiano, para así poder entender algo mejor la realidad de nuestra sociedad.

Pau.


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