La situación político-económica
actual ha acabado por transmitir la impresión a un número cada vez más elevado
de personas que nos adentramos en una era postdemocrática. Los gobiernos de
tecnócratas en algunos países europeos o las organizaciones supraestatales como
el BCE o el FMI son casos que reafirman la incapacidad de los gobiernos
elegidos democráticamente ante la market-driven
globalisation.
¿Es necesaria una regeneración de la
democracia? Parece evidente que sí, y que es también deseable para no terminar
pereciendo en el horizonte postdemocrático hacia el que vamos. Tenemos muy
interiorizadas las bondades de los valores democráticos y, a pesar de sus
limitaciones, es la forma de organización más justa e igualitaria que conocemos.
En una hipotética regeneración de la democracia las TIC son una herramienta de
información, expresión y comunicación que pueden constituir un pilar importante,
defendiendo la participación de los ciudadanos en los asuntos del gobierno a
través de una relación mucho más directa de gobernantes-gobernados o, en una
postura más utópica, a través de la mimetización de ambos roles. Ya existen
ejemplos de acción política a través de las TIC: desde su relativa importancia
en las revoluciones de la llamada “primavera árabe” hasta las movilizaciones
del 15-M en España o de Occupy Wall Street en Nueva York. No obstante y en el
contexto occidental creo no equivocarme si afirmo que estas protestas,
impulsadas y organizadas a través de las TIC, no han tenido una verdadera
repercusión política frente a la market-driven
globalisation.
Pero al hablar de los mercados, las
corporaciones transnacionales o las organizaciones supraestatales quizás
deberíamos sustituir el concepto de post-democracia por el de post-política. En
un libro titulado En defensa de la
intolerancia el filósofo esloveno Slavoj Žižek considera la verdadera
política como «el arte de lo imposible,
cambia los parámetros de lo que se considera “posible” en la constelación
existente»[1].
En este sentido es en el que afirmo que nos hallamos ante un horizonte
post-político. El orden de las cosas no cambia y seguimos en un mundo cada vez
más dirigido por el mercado.
La crítica que Žižek hace en su
libro del liberalismo tolerante y multicultural se dirige a mostrar la
repercusión que esta actitud política tiene sobre la esfera de la economía que
es la despolitización de ésta. En las páginas finales del libro escribe: «el
modo en que funciona la economía (la necesidad de reducir el gasto social,
etc.) se acepta como una simple imposición del estado objetivo de las cosas […]
La única manera de crear una sociedad en la que las decisiones de alcance y de
riesgo sean fruto de un debate público entre todos los interesados, consiste,
en definitiva, en una suerte de radical limitación de la libertad del capital,
en la subordinación del proceso de producción al control social, es decir, en una radical
re-politización de la economía»[2].
El ánimo de reivindicar la necesidad de una actitud política que preste mayor
atención a la esfera de la economía en detrimento de la política de tolerancia
del multiculturalismo está presente en todo el libro de Žižek. Reivindicación
de una actitud que, por usar las palabras de Lluís Duch y Albert Chillón, «idee
y ejerza políticas de fondo en lugar de dedicarse a veleidades éticas y
estéticas»[3].
En este complejo contexto cabe
preguntarse si realmente una democracia más directa y participativa es por lo
que hay que luchar vista su incapacidad ante la market-driven globalisation. Se trata de aclarar si la regeneración
tiene que producirse en la democracia o en la política. Algunas de las
protestas impulsadas por las TIC han tenido un fondo verdaderamente político
(en el sentido de subvertir el orden establecido de las cosas) pero, excepto en
contados casos, no se han logrado las consecuencias esperadas. En este sentido
corremos el riesgo de que el importante instrumento que nos ofrece la
revolución tecnológica, las TIC, se pierda desgastado por la difícil pelea en
el ámbito de la re-politización de la economía y acabe relegado a las
reivindicaciones de grupos locales que en una sociedad multitranscultural y bajo
el paraguas del liberalismo tolerante tendrían la fachada moral para ejercer su
deseo de participación política.
Las quejas hacia la política poco
democrática no deberían llevarnos hacia la democracia poco política. Tenemos
capacidad para reconducir la situación de una forma que no excluya ninguno de
los dos horizontes (ni el democrático ni el político). Pero en vistas de la
sociedad multitranscultural hacia la que avanzamos, del aumento de
reivindicaciones de legitimación para los diversos estilos de vida particulares
y, por último, de la market-driven
globalisation; no está de más preguntarse si llegado el hipotético momento
y viéndonos obligados a elegir seríamos capaces de prescindir de la democracia
para no perder la política, es decir, si nos atreveríamos a aceptar un
horizonte post-democrático para no caer en un horizonte post-político.
Marc
[1]
Slavoj Žižek.
En defensa de la intolerancia. 2007.
Sequitur: Madrid. pág. 33
[2]
Slavoj Žižek. En defensa de la
intolerancia. 2007. Sequitur: Madrid. pág. 110
[3]
Lluís Duch y Albert Chillón. “La izquierda en su laberinto” http://lluisduch-albertchillon.blogspot.com.es/2012/04/la-izquierda-en-su-laberinto.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario