Los
debates en torno a la neurociencia seguirán vigentes por mucho tiempo. Discusiones
acerca del fin del dualismo cartesiano y de si esto significa la unión
definitiva mente-cuerpo o un nuevo tipo de dualismo cerebro-consciencia. Cuál
es el papel del inconsciente. Pertinencia de hipotéticas píldoras de la moralidad, o de la felicidad. Legitimación profesional de los neurocientíficos, etc.
En
mi opinión una de las consecuencias más esperanzadoras que se pueden sacar de
todo este debate en torno a la neurociencia es la desaparición de esa distancia
que, creíamos, existía entre las disciplinas científicas y las ramas de
carácter más humanístico. Ahora toca dar a cada cosa el grado de importancia
que merece. Aunque asistiendo, cómo lo hacemos, al desahucio de las humanidades
se puede temer que sumarse al carro de la neurociencia resulte mucho más
atractivo que recuperar la reflexión y la capacidad crítica que brindan
disciplinas como la filosofía.
Pero
podemos ir más allá de estos debates y analizar la repercusión a nivel cultural
que la irrupción de una disciplina como la neurociencia supone. ¿Generará una
transformación cultural o, al menos, tendrá un papel protagonista si tal
transformación sucediera tal y como en su día ocurrió con la psicología?
En
su momento la psicología consiguió dirigir la mirada del sujeto hacia su
interior para desentrañar así las razones, mecanismos y causas que nos llevan a
ser como somos y a actuar como actuamos. La psicología, en sus inicios
circunscrita al ámbito del trastorno o la disfunción social, se aventuró a
explorar la psique humana y al hacerlo sugirió que su objeto de estudio era
algo mucho más sutil y con unas fronteras mucho más difusas de lo que se
pensaba. Consiguió su propia legitimación a la vez que se extendía a un público
mucho más amplio. Cualquier conflicto interno, aunque no cause disfunción
social, es susceptible de tratamiento, o incluso sin tal conflicto la persona
puede acudir a terapia si no se siente realizada. Con esas nuevas categorías
que se constituían como brújulas del yo y con su aceptación popular, la
psicología generaba nuevas incertidumbres al mismo tiempo que ofrecía los
recursos para hacerles frente.
Así
observamos cómo de manera gradual pero constante los psicólogos se introdujeron
en casi todos los ámbitos que pudieran requerir sus saberes: hospitales,
escuelas, servicios militares, empresas, gobiernos, instituciones culturales,
etc. Pero muy especialmente la narrativa psicológica se ha constituido como uno
de los pilares básicos a través del cual guiar al yo. Parafraseando el título
de un libro de la socióloga Eva Illouz podríamos decir que conceptos como
terapia, emociones o autoayuda, creados por profesionales de la psicología, son
el camino para conseguir la salvación del alma moderna.
Pero
al mismo tiempo que la psicología creaba ese imaginario conceptual que, como he
dicho, se erigió en brújula del yo también contribuía a un cambio en el seno de
la cultura occidental. Cambio que tornaría obsoleta la imagen del ciudadano y
la sustituiría por la del consumidor. Para la crítica comunitarista la
psicología es un bastión del individualismo. El cambio del objetivo hacia uno
mismo conlleva la formación de una identidad individualista que se centra en
los problemas del yo, incluso cuando estos se definen en relación con los
otros. Se crea así la identidad del consumidor, volcado sobre sí mismo y en
contraposición con la identidad del ciudadano, comprometido con los asuntos de
su comunidad.
Sabiendo
esto, la neurociencia no será capaz, en mi opinión, de generar ningún cambio
cultural como sí hizo la psicología. Es más, se puede considerar la
neurociencia como la última frontera del individualismo que la psicología
contribuyó a crear. Bajo esta perspectiva todas las conductas del individuo
encuentran su explicación en la actividad cerebral y por lo tanto la mirada del
individuo no debe dirigirse tan sólo hacia su interior sino aún más
concretamente hacia su cerebro. El siglo
del cerebro, como algunos han bautizado al siglo XXI, traerá nuevos
descubrimientos y junto a ello nuevas incógnitas e incertidumbres pero en
ningún caso transformará la forma de percibir y entender la psique humana. Las
diversas especializaciones dentro de la neurociencia, llámense neuroeconomía,
neuropolítica, neuroética, neuromarketing, neurolingüística… beben del mismo
río que es la psicología, y los descubrimientos que hagan respecto del cerebro
humano se entenderán dentro del marco que esta ha creado.
Marc
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