domingo, 6 de mayo de 2012

¿Qué quiere vendernos la neurociencia? (4ª parte)

[ viene de 3ª parte http://meditacionespsicosoficas.blogspot.com.es/2012/05/que-quiere-vendernos-la-neurociencia-3.html ] Consecuencias de la neurociencia en el ámbito educativo.

Los debates en torno a la neurociencia seguirán vigentes por mucho tiempo. Discusiones acerca del fin del dualismo cartesiano y de si esto significa la unión definitiva mente-cuerpo o un nuevo tipo de dualismo cerebro-consciencia. Cuál es el papel del inconsciente. Pertinencia de hipotéticas píldoras de la moralidad, o de la felicidad. Legitimación profesional de los neurocientíficos, etc.

En mi opinión una de las consecuencias más esperanzadoras que se pueden sacar de todo este debate en torno a la neurociencia es la desaparición de esa distancia que, creíamos, existía entre las disciplinas científicas y las ramas de carácter más humanístico. Ahora toca dar a cada cosa el grado de importancia que merece. Aunque asistiendo, cómo lo hacemos, al desahucio de las humanidades se puede temer que sumarse al carro de la neurociencia resulte mucho más atractivo que recuperar la reflexión y la capacidad crítica que brindan disciplinas como la filosofía.

Pero podemos ir más allá de estos debates y analizar la repercusión a nivel cultural que la irrupción de una disciplina como la neurociencia supone. ¿Generará una transformación cultural o, al menos, tendrá un papel protagonista si tal transformación sucediera tal y como en su día ocurrió con la psicología?

En su momento la psicología consiguió dirigir la mirada del sujeto hacia su interior para desentrañar así las razones, mecanismos y causas que nos llevan a ser como somos y a actuar como actuamos. La psicología, en sus inicios circunscrita al ámbito del trastorno o la disfunción social, se aventuró a explorar la psique humana y al hacerlo sugirió que su objeto de estudio era algo mucho más sutil y con unas fronteras mucho más difusas de lo que se pensaba. Consiguió su propia legitimación a la vez que se extendía a un público mucho más amplio. Cualquier conflicto interno, aunque no cause disfunción social, es susceptible de tratamiento, o incluso sin tal conflicto la persona puede acudir a terapia si no se siente realizada. Con esas nuevas categorías que se constituían como brújulas del yo y con su aceptación popular, la psicología generaba nuevas incertidumbres al mismo tiempo que ofrecía los recursos para hacerles frente.

Así observamos cómo de manera gradual pero constante los psicólogos se introdujeron en casi todos los ámbitos que pudieran requerir sus saberes: hospitales, escuelas, servicios militares, empresas, gobiernos, instituciones culturales, etc. Pero muy especialmente la narrativa psicológica se ha constituido como uno de los pilares básicos a través del cual guiar al yo. Parafraseando el título de un libro de la socióloga Eva Illouz podríamos decir que conceptos como terapia, emociones o autoayuda, creados por profesionales de la psicología, son el camino para conseguir la salvación del alma moderna.

Pero al mismo tiempo que la psicología creaba ese imaginario conceptual que, como he dicho, se erigió en brújula del yo también contribuía a un cambio en el seno de la cultura occidental. Cambio que tornaría obsoleta la imagen del ciudadano y la sustituiría por la del consumidor. Para la crítica comunitarista la psicología es un bastión del individualismo. El cambio del objetivo hacia uno mismo conlleva la formación de una identidad individualista que se centra en los problemas del yo, incluso cuando estos se definen en relación con los otros. Se crea así la identidad del consumidor, volcado sobre sí mismo y en contraposición con la identidad del ciudadano, comprometido con los asuntos de su comunidad.

Sabiendo esto, la neurociencia no será capaz, en mi opinión, de generar ningún cambio cultural como sí hizo la psicología. Es más, se puede considerar la neurociencia como la última frontera del individualismo que la psicología contribuyó a crear. Bajo esta perspectiva todas las conductas del individuo encuentran su explicación en la actividad cerebral y por lo tanto la mirada del individuo no debe dirigirse tan sólo hacia su interior sino aún más concretamente hacia su cerebro. El siglo del cerebro, como algunos han bautizado al siglo XXI, traerá nuevos descubrimientos y junto a ello nuevas incógnitas e incertidumbres pero en ningún caso transformará la forma de percibir y entender la psique humana. Las diversas especializaciones dentro de la neurociencia, llámense neuroeconomía, neuropolítica, neuroética, neuromarketing, neurolingüística… beben del mismo río que es la psicología, y los descubrimientos que hagan respecto del cerebro humano se entenderán dentro del marco que esta ha creado.

Marc





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